Mientras el 24 por ciento de las familias argentinas viajó al exterior en el primer trimestre de 2025, los hogares de menores ingresos sufren una caída del 12 por ciento en su nivel de consumo. La postal resume la desigualdad que atraviesa la sociedad argentina: tras el fuerte ajuste que desplomó el consumo el año pasado, este año no muestra signos claros de recuperación, según diversos analistas que siguen períódicamente la evolución de la demanda en diferentes sectores.
El modelo económico del Gobierno apuesta todo a la desaceleración de la inflación, pero carece de una política de ingresos que compense la pérdida de poder adquisitivo y alivie el peso de los servicios esenciales –como el alquiler, la luz y el gas- sobre el gasto de los sectores medios y bajos.
Un primer análisis muestra que, tras el fuerte derrumbe registrado en 2024, este año el consumo masivo no logró recuperarse y continúa en niveles bajos. “En 2024 se produjo una caída muy significativa en el gasto destinado a la canasta de consumo masivo: la consultora Nielsen reportó una disminución del 16 por ciento, mientras que Scentia la estimó en torno al 10 por ciento en volumen. Fue, sin dudas, una verdadera catástrofe para el consumo», señala Sofía Ruano, consultora especializada en consumo y miembro del colectivo feminista Paridad en la Macro.
«Para 2025 se proyectaba una recuperación considerable, pero ya transitamos el sexto mes del año y la mejora sigue siendo apenas incipiente. El consumo masivo permanece en niveles muy bajos», agrega.
Sin embargo, el efecto no es el mismo para diferente segmentos de la población de acuerdo a su nivel de ingresos, advierte la especialista del colectivo feminista. “Al impactar en el consumo masivo, esta situación afecta de manera más severa a los sectores de menores ingresos, ya que destinan una proporción mayor de sus gastos a este tipo de consumo», explica.
Desde el Gobierno, suelen destacar que la desaceleración de la inflación permitió que más personas salieran de la pobreza, y así lo reflejan las estadísticas oficiales. Sin embargo, señalan los especialistas, este indicador no mide el consumo efectivo de los hogares, dado que la línea de pobreza establece un umbral teórico del gasto al que pueden aspirar las familias, pero no necesariamente implica un aumento real en su nivel de consumo.
Se ensancha la brecha
Sin una recuperación generalizada del consumo, se hace cada vez más evidente la brecha entre los hogares de menores ingresos y los sectores más acomodados. Este fenómeno, que los expertos describen como «consumo fragmentado», refleja una realidad desigual: mientras en algunos estratos la demanda crece, en otros permanece estancada o continúa en retroceso.
“Un dato que ilustra claramente esta disparidad es que, en el primer trimestre del año, el 24 por ciento de los hogares argentinos realizó viajes al exterior”, detalla Sofía Ruano. Esta postal de los sectores situados en la parte alta de la pirámide de ingresos contrasta con la caída del consumo masivo que afecta a la base social.
Otro dato difundido esta semana pone de manifiesto lo limitada que está la capacidad de consumo entre los sectores medios y medios-bajos. Según un relevamiento realizado a nivel nacional por Inquilinos Agrupados, 7 de cada 10 hogares destinan entre el 30 y el 50 por ciento de sus ingresos al pago del alquiler.
En consecuencia, la capacidad de gasto en otros bienes se ve reducida. De acuerdo con el informe, el 66 por ciento de las familias recortó sus compras de alimentos, el 53 por ciento disminuyó gastos en salud y un 94 por ciento dejó de realizar salidas o actividades recreativas. Además, según Inquilinos Agrupados el 72 por ciento de los hogares relevados se encuentra actualmente endeudado.
Familias más endeudadas
En línea con esta realidad, el último Informe de Pagos Minoristas del Banco Central expuso con dureza la fragilidad financiera que atraviesan las familias endeudadas. En abril de este año, los saldos vencidos en el pago de tarjetas de crédito alcanzaron su nivel más alto en tres años. A su vez, la morosidad en los préstamos personales —que viene creciendo de forma sostenida en los últimos meses— escaló hasta su punto máximo en nueve meses.
Por otra parte, con datos detallados provenientes de la última Encuesta Nacional del Gasto de los Hogares (ENGHO) del Indec, se observan con claridad dos tendencias diferenciadas según estrato social. “En 2024, el consumo registró una caída en todos los niveles de la pirámide social, pero en 2025 hay un cambio de tendencia. Mientras que en los sectores de mayores ingresos –donde se esperaba cierto crecimiento- el consumo muestra una leve baja, en los hogares de menores ingresos la contracción es considerablemente más pronunciada”, explica Sofía Ruano a Página 12.
Según detalla, las tasas de caída fueron del 0,6 y 1,2 por ciento en los estratos alto-medio y medio-bajo, mientras en los segmentos bajo-superior y bajo-inferior llegaron al 6,4 y 7 por ciento, respectivamente.
“Además, se observa una reducción en la variedad de productos que conforman la canasta de consumo en los hogares de menores ingresos. Por ejemplo, si en 2024 dejaron de adquirir salsa de tomate, en 2025 no retomaron ese consumo. Este fenómeno resulta preocupante desde el punto de vista nutricional”, agrega Ruano.
Los datos de la ENGHO muestran que en el primer trimestre de 2025 respecto al año anterior, el consumo en la punta de la pirámide crece un 13 por ciento mientras en los dos sectores que conforman la base cae 12 por ciento. Esto confirma el análisis de Ruano y otros analistas que advierten que “en 2024 todos los sectores caen por igual –producto de la política que hizo este Gobierno de ajuste brutal- y en 2025 la recuperación es muy asimétrica”.