Hot Milk (Reino Unido/2025). Dirección: Rebecca Lenkiewicz. Guion: Rebecca Lenkiewicz, Deborah Levy. Fotografía: Christopher Blauvelt. Edición: Mark Towns. Elenco: Emma Mackey, Fiona Shaw, Vicky Krieps, Vincent Perez, Patsy Ferran, Yann Gael. Duración: 92 minutos. Calificación: apta para mayores de 16 años. Nuestra opinión: muy buena.
Presentada oficialmente en la última edición del Festival de Berlín, Hot Milk es la ópera prima de Rebecca Lenkiewicz, conocida por su trabajo como guionista en películas como Ida (primera ganadora polaca del Oscar a la Mejor película de habla no inglesa) y Al descubierto (sobre la investigación periodística sobre los abusos de Harvey Weinstein que impulsaron la explosión del Me Too).
Lenkiewickz, de 57 años, es también la autora de Her Naked Skin, la primera obra original escrita por una dramaturga viva que se representó en el escenario Olivier del Royal National Theatre. Muy buenos antecedentes que generaron una lógica expectativa previa en este debut como directora. Y lo cierto es que ha estado a la altura de las circunstancias con esta película por momentos elusiva, siempre cargada de sugestión y sin dudas eficaz en su propósito.
Hot Milk es ante todo la historia de una liberación. Aún cuando su epílogo sea deliberadamente sorpresivo y ambiguo, queda bastante claro que el cordón umbilical que une a las dos protagonistas de la historia -una madre abrumadoramente absorbente y su hija alienada por esa presión constante- quedará definitivamente cortado.
El relato transcurre en Almería, una zona costera del caluroso sur de España a la que Rose (una impecable Fiona Shaw, gran actriz irlandesa que muchos conocen por la serie Killing Eve) llega con la secreta esperanza de curarse de una enfermedad sin diagnóstico claro que la ha dejado paralizada.
La mayor parte de los médicos que la han tratado se inclinaron por un problema psicosomático relacionado con un trauma lejano que ella se niega a afrontar. Pero el drama de Rose -irascible, agresiva, cáustica y sobre todo muy demandante- afecta visiblemente a su hija (Emma Mackey, la misma de Sex Education y Emily).
Mackey también se luce con una actuación sobria y convincente: su Sofía es al mismo tiempo distante y magnética, tan dulce como perturbada. Tiene una paciencia admirable que cuando se agota deriva en estallidos de ira. Y vive un romance furtivo con una mujer enigmática y reactiva a los compromisos (Vicky Krieps, otra actriz formidable) que a veces funciona como refugio y otras como un salvavidas de plomo.
Lenkiewicz se toma muchas libertades en relación con la novela de la británica Deborah Levy (publicada en español por Anagrama), pero conserva su enfoque psicoanalítico: el pasado de estas tres mujeres juega un rol determinante, aunque jamás termine de ser enunciado cabalmente, y provoca angustias que, narradas a medias, no se curan del todo.
El título es pura alegoría: el vínculo de Sofía con su madre parece destinado a perpetuar el tiempo de la lactancia y, de ese modo, a transformarse en fuente de una neurosis larvada.
La película trabaja muy bien la sensación de incomodidad y estallido latente suscitada por ese estado de cosas. Pero también abre la puerta hacia la independencia de un personaje justificadamente vacilante ante la catarata de dificultades que la acechan: el agobiante control maternal, un padre ausente e indolente cuando por fin aparece fugazmente, pulsiones sexuales insatisfechas, pesadillas recurrentes e incluso los inquietantes encuentros marinos con la medusa, una figura de la mitología griega rica en simbolismo y ambigüedad que representa, al mismo tiempo, el peligro, el castigo, el poder femenino y la transformación. En suma, todo aquello que atraviesa la atribulada Sofía.