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Los que bancan a Milei

Cada semana, Javier Milei aporta nuevos motivos para la sorpresa, la polémica y el escozor.

Puede que sea cruel en su forma y en su fondo, pero como fenómeno político no deja de ser fascinante. Es cierto que tiene similitudes con otros populismos internacionales, pero su anarcocapitalismo, su agresividad y su deriva mística lo vuelven único.

De ahí el desafío cotidiano para entender su relacionamiento con la parte de la Argentina a la que sigue reflejando muy bien.

Esto no les gusta a los autoritarios

El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

En los últimos días fue protagonista de tantas controversias que el análisis de cada una de ellas no entraría en esta columna.

Un día fue a un streaming libertario con un perro al que presentó como si fuera el mismo que lleva fallecido ocho años. Otro día defendió como normal la falta de controles aduaneros a un vuelo que ingresó con una conocida suya a la que no se le revisaron las valijas. Un día trató de “traidora” a su vicepresidenta, aseguró que no aceptará ninguna ley aprobada por el Congreso que vaya en contra de su plan y llamó “hijos de puta” a los gobernadores. Y otro día fue a la inauguración de un centro evangélico a pronunciar un discurso de un nivel de misticismo sin antecedentes en la política local.

Este último evento tuvo particularidades adicionales. Por tratarse de un viaje al interior del país, a Chaco, algo poco frecuente en su gestión. Pero, en especial, por participar del acto de un pastor que jura convertir pesos en dólares y plástico en diamantes; y ser capaz de hacer crecer el dedo cortado de una persona, de que los parapléjicos caminen y los ciegos vuelvan a ver. Solo el día que fue Milei, este pastor se atribuyó 400 milagros.

Entre polémica y polémica, no pasó un día sin que el Presidente volviera a insultar a los políticos, economistas, empresarios y periodistas que no coinciden con él. También a aquellos que lo apoyan en casi todo y no en todo.

El Milei que para algunos es irracional, por sus cotidianas excentricidades, para otros es racional…

A esta altura, sus escandalosas excentricidades diarias dicen menos de él que de los sectores sociales que lo siguen bancando. A pesar de (o debido a) esas escandalosas excentricidades diarias.

La base estaba. Latinobarómetro es la encuestadora más reconocida en América Latina desde hace tres décadas. Una de sus especialidades es la medición de la confianza en la democracia mediante numerosas preguntas que permiten inferir el nivel de malestar o de acuerdo con este sistema.

Su último relevamiento es de 2024, abarcó 19.214 entrevistas en 17 países y con resultados que se repiten desde hace años, tanto en la Argentina como en el continente, sobre las críticas que despierta la democracia en determinados sectores.

Históricamente, los argentinos aparecen entre quienes más defienden la democracia, lo que habría que relacionar con el mal recuerdo (aún fresco) de las dictaduras.

Sin embargo, hay sectores a los que no solo no les molesta el autoritarismo, sino que lo apoyan. En el último sondeo, un 12% opina que “en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”. (El 87% piensa lo contrario, bien por encima del 69% promedio de la región.)

Pero al repreguntar, aparece un 35% que está “muy de acuerdo o de acuerdo” con la afirmación: “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”. Y a la pregunta: “¿Está bien que el Presidente pase por encima de las leyes, el Parlamento y/o las instituciones con el objeto de resolver los problemas?”, el 23% de los argentinos respondió que sí.

La investigación señala que en el país convive un 24% de argentinos “no demócratas”. Un porcentaje inferior al promedio regional del 43%, pero no menos alarmante.

Sobre la economía, a la pregunta: “¿Cómo avanzó su familia en los últimos diez años?”, el 29% respondió “empeoró” (el doble que el promedio regional).

Además, el 24% pide “cambios radicales”.

…La razón que suelen mostrar los espejos. Y el Presidente por ahora refleja bien a una parte de la Argentina.

El 30%. Simplificando, se podría decir que alrededor de un 30% de los argentinos estima que su situación económica empeoró en la última década y que la forma de solucionarlo no sería, necesariamente, con métodos democráticos.

Ese 30% ya se venía observando en las encuestas de los años anteriores y se parece mucho al 30% que votó a Milei tanto en las PASO de 2023 como en las elecciones generales. Es un porcentaje que de seguro incluye, al menos, a una parte del 24% que reclama “cambios radicales”.

Es posible que ese piso del 30% sea el que conserve tras los resultados finales de este año electoral (en los comicios celebrados hasta ahora, La Libertad Avanza viene obteniendo algo más del 20% de las bancas en juego).

Dentro de ese 30% también convive un porcentaje (¿el 12% que preferiría a un gobierno autoritario?) que añora la disciplina y las ideas de los gobiernos militares y se siente cómodo con ideólogos mileístas como Nicolás Márquez y Agustín Laje, o con sus espadas mediáticas como el Gordo Dan y Fran Fijap, que esta semana dijeron que llegó la hora de sacar “los tanques a la calle” y que se debía “dinamitar el Congreso con los diputados y senadores adentro”, respectivamente.

Seguramente, ese porcentaje también incluye a sectores conservadores, algunos cercanos a distintas iglesias, opuestos a la corrección política que promueve derechos como el aborto o la igualdad de género.

Razones. La duda es qué porcentaje del otro 26% que llevó a Javier Milei al gobierno (el que junto al 30% original de LLA conformó el 56% que obtuvo en el balotaje) considera que las excentricidades presidenciales de cada semana se ajustan o no a lo que imaginaba cuando lo votó.

En cualquier caso, es probable que una porción de quienes venían de votar a Juntos por el Cambio (parte del macrismo, el larretismo, la UCR, el peronismo no kirchnerista y la Coalición Cívica) ya no esté cómoda con su antirrepublicanismo, su violencia verbal y su galopante esoterismo. O que hoy ya no lo elegiría porque, simplemente, se siente víctima de su modelo económico.

Pero también es probable que otra parte de ese sector (aun a pesar de lo anterior) privilegie cierto orden económico y el descenso de la inflación. Es lógico que, después de tantos años de alta inflación, un aumento menor al 2% mensual resulte un alivio, más allá del costo social del ajuste. En este grupo habría que agregar a cierta clase media, o más acomodada, que goza de los beneficios coyunturales de un dólar retrasado que le permite viajes y consumos de los que hacía tiempo no gozaba.

A unos y otros habría que sumarles a quienes directa o indirectamente son beneficiados por el crecimiento de cieros sectores o la desregulación económica de otros.

Así, el Milei que para unos parece irracional adquiere racionalidad para otros.

Que es la razón que suelen mostrar los espejos. En este caso, uno que refleja bien la búsqueda de culpables (“la casta”), la esperanza de un futuro muy distinto (“un cambio radical”), la tolerancia de la violencia para alcanzar objetivos (un “autoritarismo obligado”) y el malestar frente al sentido común posdictadura al que se le atribuye privilegiar valores como las libertades públicas y la democracia por sobre la realidad económica.

Para todos ellos, Milei es una apuesta racional porque es quien mejor expresa sus razones.

Y lo seguirá siendo mientras no desaparezcan los beneficios simbólicos y materiales que hoy reciben.

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