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Lula da Silva retiró a Brasil de una organización clave contra el antisemitismo

ANTISEMITISMO

El líder comunista sacó a su país de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto

El gobierno de Brasil, encabezado por el presidente comunista Luiz Inácio Lula da Silva, ha decidido retirarse de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), organización clave en la lucha global contra el antisemitismo.

Esta medida, que Brasil no se ha atrevido aún a confirmar oficialmente pero que ha sido celebrada con entusiasmo por los sectores más radicales y antisemitas del país, no es un simple trámite diplomático.

Es un acto de desprecio hacia la memoria de los seis millones de judíos  asesinados por los nazis y una traición abierta a los principios más básicos de la civilización occidental.

Mientras Israel enfrenta una guerra existencial contra una organización terrorista como Hamás —que no oculta su deseo de repetir el Holocausto—, Lula opta por alinearse con los verdugos.

No solo se ha sumado a la ofensiva judicial de Sudáfrica contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia, un juicio grotesco que trivializa el concepto de genocidio.

Ahora decide abandonar un foro internacional cuya misión es precisamente evitar que el antisemitismo vuelva a envenenar al mundo.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel lo dijo sin rodeos: se trata de «un fracaso moral profundo».

Brasil, con la segunda comunidad judía más grande de América Latina, no solo está dándole la espalda a Israel, está abandonando a sus propios ciudadanos judíos.

Es un acto que promueve la impunidad para los que incitan al odio y siembra miedo entre quienes solo quieren vivir en paz.

Las razones que esgrime Brasilia —cuestiones financieras— son insultantes. ¿Desde cuándo un país de las dimensiones y recursos de Brasil no puede costear la participación en una organización internacional de derechos humanos?

La verdad es más simple y mucho más peligrosa: la ideología antioccidental y antisionista del gobierno de Lula, esa mezcla tóxica de marxismo rancio y populismo bolivariano, está empujando a Brasil hacia el campo de los regímenes autoritarios y antisemitas del mundo.

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