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La ansiedad de Javier Milei, la tensión en el Gabinete y una reunión secreta con Martín Lousteau

—¿Cómo estás, Javier?

La pregunta de uno de los confidentes de Milei no perseguía un destino retórico. Apuntaba a conocer el estado espiritual del Presidente cuando no lo abruma la agenda diaria, a descubrir cómo transita sus días en la montaña rusa del poder: le preguntó si andaba contento, nervioso, estresado, apasionado. Pocas veces Milei está ante una situación así: en su ámbito privado prima la soledad, mucho más desde su separación de la actriz Fátima Florez. Suele encontrarse consigo mismo por las mañanas, bien temprano, cuando amanece en la Quinta de Olivos y él se toma un buen rato para jugar con sus perros mastines. El resto es una vorágine permanente.

El jefe de Estado cumplió el viernes cinco meses en el cargo. Tuvo momentos de fatiga, de sobreexcitación, de derrotas en el Congreso, de querer gritar a los cuatro vientos que la casta no lo deja gobernar, de fotos con presidentes y discursos que dieron la vuelta al mundo, de sufrir dos paros nacionales como no le había pasado a ninguno de sus predecesores y de enfrentar una masiva marcha por los recortes en la eduación pública. Tuvo, también, espacios para celebrar algunos logros, incluso impensados por la velocidad, que, según él, van construyendo una nueva Argentina.

Los festejos del libertario siempre están asociados a la macroeconomía. Las reservas del Banco Central crecen desde el 10 de diciembre (incluso lo hicieron en febrero y marzo, cuando el Central esperaba una merma), los mercados y el dólar se mantienen estables, el riesgo país pasó de un promedio de 2.300 puntos con Sergio Massa a los 1.270 actuales, se reduce el déficit y la inflación acumula una racha descendente y consecutiva desde el impactante 25,5% de diciembre.

Para el entorno presidencial, Milei podría estar atravesando un momento bisagra: tras aceptar que había que negociar en serio en el Parlamento y de tener que deglutir sus propias palabras de que allí habita un nido de ratas, ahora está algo más cerca de lograr la sanción de su primera ley, la esperada Ley Bases, y aguarda el próximo índice de inflación -que se conocerá el martes- para demostrar que los precios están en una caída que, puertas para adentro, juzgan definitiva.

Entre algunos miembros importantes del Ejecutivo circula un pronóstico guardado bajo siete llaves: en el inicio de 2025 la inflación no debería ser mayor al 3 %. Los mileístas se ilusionan con una proyección del 30% para todo el año. Es una apuesta por demás ambiciosa. Pero es lo que dicen. Creen que sería una carta decisiva para que La Libertad Avanza llegue con chances de ganar las próximas legislativas. Milei, en cambio, se molesta cuando se hacen proyecciones.

Un desierto separa esos planes de otras variables que impactan de lleno en las clases medias y bajas. La construcción cayó 42,2% en marzo con respecto al mismo mes de 2023, la producción industrial retrocedió 21,2% en el mismo período, la recaudación viene de caer en abril 13% en términos reales y los salarios de los trabajadores formales acumularon desde diciembre hasta marzo una caída de casi 17%, por encima de lo que habían perdido en las épocas de Mauricio Macri y Alberto Fernández, lo que es mucho decir.

Hay más: las jubilaciones se desplomaron (en los primeros cuatro meses los jubilados que cobran la mínima tendrán pérdidas de un 24% y, el resto, del 37 %) y el nivel de empleo del sector privado se volvió a reducir en abril, lo que acumula una baja de seis meses ininterrumpidos. Los encuestadores, por momentos descolocados, no terminan de saber si, al final, estos datos sacudirán la opinión pública o si se mantendrá la tolerancia. Los opositores más rabiosos auguran un futuro de sombras, cuando no de crisis mayúscula. Algunos, incluso, agitan la posibilidad del helicóptero.

— Estoy muy bien. El único problema que tengo es que estoy súper ansioso —le contestó Milei a su confidente.

La ansiedad es uno de los estados que domina su administración. Eso lleva a roces en el Gabinete, que se trasladan a las segundas y terceras líneas del Gobierno. En lo que va de mandato ha habido un auténtico récord: se fueron -entre ministros, secretarios, subsecretarios y directores- al menos 40 personas. El otro dato que opaca el funcionamiento pasa por las operaciones que salen desde las propias usinas del oficialismo, con versiones de funcionarios que podrían irse o que tienen tal o cual pelea con sus pares.

Así como hasta hace algunos días se hablaba de la posible salida de Sandra Pettovello de Capital Humano -a la que hacían responsable de haber minimizado la marcha por la UBA- esta semana fue el turno de la jefa de la AFIP, Florencia Misrahi. La funcionaria estaba el miércoles reunida con unas diez personas de su equipo cuando una de ellas le acercó un celular y le dijo: “Mirá esta nota, dice que renunciaste”. Misrahi, según uno de los testigos de la charla, contestó: “Sigamos trabajando”. Pero el hombre insistió: “Pero dicen que renunciaste…”. Misrahi no se va. Cuenta con el aval de Luis Caputo, su jefe directo, y con el guiño de Karina Milei.

El Presidente enfurece cuando se habla de movimientos en la plana mayor del Gobierno, aunque ha comenzado a aceptar que hay iniciativas que no van tan rápido como le gustarían. Hay quienes ponen el ojo en el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y hacen extensiva esa inquitud hacia el Congreso. La Ley Bases eclipsa la agenda de La Libertad Avanza. Presionan para que sea aprobada antes del 25 de Mayo, aunque hay cada vez más dudas sobre si eso será posible: muchos senadores quieren meter mano en el texto que fue aprobado en Diputados, lo que haría volver la iniciativa a la Cámara baja.

La sanción de la ley, creen los libertarios, será fundamental para inyectar entusiasmo en el Círculo Rojo, cuyos integrantes consideran -al igual que el FMI- que ninguna política es sostenible en el tiempo si no cuenta con el aval del Parlamento. Milei acumula otro récord: ningún otro primer mandatario transitó cinco meses sin que le aprobaran un solo proyecto.

“A los empresarios les digo que pongan una fichita ahora, porque si la cosa sale bien después será más difíci entrar”, dice Juan Carlos De Pablo, el economista no funcionario que más visita a Milei en Olivos. Los empresarios, en su mayoría, miran el escenario y prefieren esperar antes de hacer maniobras bruscas, pese a que muchos de ellos se acercan tímidamente a la nueva administración en encuentros que no trascienden. Entre ellos, varios que apostaron por Massa en las presidenciales y que iban en procesión a ver a Guillermo Michel, el entonces jefe de la Aduana, para mantener reuniones más que reservadas en sus oficinas del Centro porteño.

En pos de la Ley Bases, en las últimas horas se concretó una cumbre reservadísima entre el ministro del Interior, Guillermo Francos, y el subscretario de Gestión Institucional, Eduardo “Lule” Menem, con el senador más atacado por Milei, el radical Martín Lousteau. “Queremos saber qué está pasando con vos”, le dijeron a Lousteau. La cita la había pactado Menem. Los funcionarios insistieron con que la iniciativa debe salir cuanto antes. ¿Llevaban, además, un mensaje del propio Milei?

El senador les respondió que una ley tan importante no podía sacarse en poco tiempo. Es lo que viene diciendo: pide cambios en el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), en el capítulo de blanqueo (que no puedan blanquer los que ya lo hicieron, que se extienda a diez años el plazo para los funcionarios y que no puedan entrar los contratistas del Estado) y en la reforma previsional. Francos y Menem asumieron algunos errores y debieron responder por los ataques de Milei.

Para evitar la mirada de curiosos, la reunión se hizo en las oficinas de un coqueto estudio jurídico ubicado sobre la calle Guido. Ocurrió el viernes a las dos de la tarde. En esas oficinas, a Francos lo llaman “el tío”.

Menem, que responde directamente a Karina Milei, y Francos, que se hamaca entre la intransigencia de su jefe y su tarea de seducir a la oposición, tenían mucha expectativa en la charla, pero no pudieron descifrar si Lousteau va a votar a favor o en contra. Lo necesitan. Según los últimos números, hasta ayer la ley en el Senado contaba con 33 votos en contra y 32 a favor; los otros siete son un misterio.

La cita duró una hora. Francos, Menem y Lousteau se despidieron con afecto: “Bueno, laburemos juntos”, dijeron. Al salir, uno de ellos atravesó un aljibe y una hermosa fuente que decoran el edificio. Ya en la calle, el hombre pensó que no hubiera estado mal arrojar una moneda al agua para ver si le traía un poco de suerte.

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