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Nuevo escenario político: Javier Milei, sus detractores y el beneficio del espanto

Cada vez que Javier Milei aplica un nuevo torniquete a su ajuste o se desboca en redes sociales, analistas y encuestadores salen corriendo a medir la repercusión. Y lo que les vuelve los sigue sorprendiendo. Pese a los aumentos de precios, la pérdida de poder adquisitivo, más los insultos a políticos, economistas, periodistas o artistas que osen cuestionarlo, el Presidente mantiene un núcleo de apoyo bastante estable desde que asumió, un poco por arriba del 50%. Como si no le entraran las balas, salvo el error no forzado con las universidades públicas.

En términos estadísticos y políticos, algo parecido a lo que ocurre con Cristina Kirchner desde 2015, cuando dejó el sillón principal de la Rosada. En el caso de ella, números redondos, un 30% la quiere y un 70% no. En ambos casos con intensidad. Pero el fenómeno del libertario tendría otra explicación. No sería el amor su principal combustible, sino el espanto a los demás.

Bastante de esto se comprobó en el balotaje presidencial, aunque a muchos aún hoy les cueste comprender cómo un economista/panelista inexperto en política, con expresiones y acciones bordeando lo delirante, se impuso con comodidad al experimentado representante de la fuerza más poderosa del país.

La obra tiene nombre y apellido principal, Sergio Massa. Actores secundarios: Cristina y Alberto Fernández. Y extras: Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta. El crédito al disruptivo Milei se explica por la resistencia a volver a cualquiera de las dos expresiones que monopolizaron la política y la vida de los argentinos durante más de una década.

El salto al vacío fue un basta gigante al peronismo/kirchnerismo/massismo y también al macrismo.

Un escenario con pocos cambios

Transcurridos cinco meses de gestión, el contexto sigue con la misma lógica. Cristina, que decidió reaparecer para no desaparecer (ni ella ni el grupo que comanda su hijo Máximo), está embarcada en una feroz interna partidaria.

Más allá de que sus palabras apunten formalmente a Milei, lo que busca es subordinar a potenciales rivales como Axel Kicillof y mantenerse como el principal fronting del libertario. Sin autocrítica, este sábado blanqueó que ella tampoco entiende cómo la gente apoya a Milei. Un espejo a la derecha…

A Massa le va peor. Se llamó a un prudente silencio público, mientras sigue operando en privado. Sus números de imagen están más rojos que los de Cristina y cuesta imaginar desde qué lugar podría reposicionarse: chocó por la avenida del medio y también por los extremos, cuando fue kirchnerista, anti-kirchnerista y otra vez kirchnerista.

n cuanto a Macri, está sufriendo como nunca la crueldad del llano. Socavó a quien parecía su sucesor natural (Larreta), se abrazó a una candidata que no llegó ni al balotaje (Bullrich) y cuando pegó el salto y quiso mostrarse como el garante del vencedor (Milei), su nuevo protegido y la opinión pública le dijeron «gracias, pero córrase».

Tarea titánica la que tiene por delante el flamante presidente del PRO: cómo lograr que la gente vote a su partido, que juega a ser una copia libertaria. ¿Por qué optar por la imitación y no por el original?

Párrafo final para dos dirigentes que también aspiran a reconstruir un nuevo espacio por fuera de la polarización. El mencionado Larreta y el radical Martín Lousteau. Desde que perdieron la elección y buscaron sostenerse como una variante intermedia, la opinión pública los castigó. Síntoma de que la nueva grieta, Milei si vs. Milei no, goza de excelente salud.

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