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El que apuesta al colchón, pierde: Caputo fomenta el carry trade para que ahorristas larguen sus dólares

Una de las escasas autocríticas que se le escucharon a Javier Milei en los últimos días fue el fracaso de la «dolarización endógena», es decir, el plan para que, ante una política monetaria restrictiva, la gente empezara a utilizar los dólares para los gastos cotidianos. En realidad, sí hubo algo de dolarización, pero se limitó a las áreas de turismo y compras por courier, además del mercado hipotecario, dolarizado desde hace décadas.

Suena extraño que Milei, que suele tener a mano un enunciado teórico para cada situación de la economía argentina -como hizo con el principio de imputación de Menger para explicar dónde iban a guardarse sus productos los comerciantes que remarcaran los precios-, no recordara una de las leyes más frecuentemente asociadas a Argentina: la ley de Gresham.

Fue enunciada por un comerciante inglés del siglo 16 que asesoraba a la reina Isabel y se dio cuenta de que, desde que se había alterado el uso de metales para hacer monedas, aquellas que tenían mayor proporción de oro eran guardadas celosamente en los cofres mientras que las que tenían más plata se veían circulando en los mercados.

Así, el tal Gresham observó un fenómeno que quedaría establecido como una de las leyes básicas sobre el dinerocuando en un país conviven dos monedas, una buena y una mala, la gente tiende a usar la de peor calidad para realizar los pagos, mientras retiene la de mejor reputación como una forma de preservar su capital. Por consiguiente, no se ve circular mucho a la moneda buena, mientras que la mala cambia de manos a toda velocidad, porque nadie quiere quedársela.

Es un principio simple y cualquiera lo comprende intuitivamente. Por lo pronto, millones de argentinos vienen aplicando ese principio de manera entusiasta desde hace décadas. Y no por casualidad se estima que hay más de un millón de cofres destinados a resguardar dólares, aunque no rindan interés alguno.

Desde años, es la obsesión de todos los gobiernos argentinos encontrar la forma de que los ciudadanos saquen esos dólares de sus escondites para inyectarlos en el sistema financiero -y, de paso, ayudar a reforzar las reservas del BCRA-. Luis Caputo, que está en Washington para la conferencia semestral del Fondo Monetario Internacional, convenció a la mismísima Kristalina Georgieva de que hiciera un pedido en ese sentido.

La directora del FMI destacó el salto productivo que podría dar el país con una financiación propia de unos u$s200.000 millones que ahora están bajo el colchón, y expresó su deseo de que la estabilidad cambiaria post cepo ayude a ese objetivo.

Dólares: el carry trade versus el colchón

Es el nuevo mantra del Gobierno: quien se queda con dólares guardados, pierde plata. Los repiten economistas, bancos de inversión y consultores afines al Gobierno, y dan ejemplos sobrelas ganancias que se pueden obtener con el renacido carry trade si se hacen colocaciones en pesos a tasas más atractivas -en renta fija, la última Lecap ofreció 3,75% efectivo mensual-.

Por lo pronto, hay todo tipo de especulaciones sobre cuánto dinero se logrará ingresar desde el exterior, gracias a la nueva normativa del Banco Central, que habilita al libre flujo de capitales financieros -con el requisito de permanencia en el país durante seis meses-.

En cambio, es mucho menos claro el panorama con los productores agrícolas, a quienes el gobierno ya había tentado, a inicios de año, a que liquidaran todo el remanente de cosechas guardados en los silobolsas y que aprovecharan para colocarse en pesos para hacer ganancias con el carry.

La mayoría rechazó ese convite, y hasta el día de hoy se polemiza en el campo respecto de si ganó más quien vendió y se colocó en títulos de deuda soberana o quien esperó dos meses y vendió cuando mejoró el precio de exportación.

Pero lo que seguro no va a ocurrir es que los pequeños ahorristas se vean tentados a vender los dólares del colchón. Es cierto que en estos días está operando el «efecto castigo» sobre los que creían que vendría un salto devaluatorio y llegaron a pagar encima de $1.400 por un dólar en las cuevas financieras. Pero eso no significa que ahora se revierta la demanda por el hecho de que el nuevo dólar fluctuante amenace con quebrar el piso de $1.000.

Como ya han estudiado varios economistas argentinos, con el dólar ocurre un fenómeno peculiar que hace que la demanda sea continua: si baja de precio, se lo percibe como oportunidad de compra ante un rebote futuro, y si sube de precio, también hay un estímulo a la compra por el síndrome de huida del peso.

Inflación: un shock post cepo cambiario

Ese apego al dólar hace que, aun en el caso de que se retome la inflación descendente -como muchos economistas proyectan que ocurrirá con el IPC de abril-, igualmente siga la preocupación por la otra inflación, la que se mide en dólares.

Es el «lado B» de la estabilidad cambiaria y la fortaleza del peso que celebran los funcionarios de Toto Caputo: cuanto más cae la cotización, más relevancia toma la comparación de los precios argentinos con los del exterior, medidos en dólares.

En otras palabras, el levantamiento del cepo no solo no sacó de la agenda la polémica por el retraso cambiario, sino que exacerbó el debate.

Para ponerlo en números, las consultoras que hacen relevamientos propios calculan que en las últimas cuatro semanas hubo una inflación de 3%. Pero si se calcula la inflación en dólares tomando como referencia las cotizaciones del mercado paralelo, el encarecimiento fue mucho mayor.

Si se calcula el precio a la cotización del «contado con liquidación» -que en un mes cayó 12%-, entonces la inflación en dólares da un impactante 17%. Sí, algo que cuatro semanas atrás costaba 100 dólares a valor CCL, hoy cuesta 117. Lo mismo ocurre para los minoristas que hacen la comparación tomando como referencia al dólar blue.

La inflación en dólares se atenúa si el cálculo se realiza con el dólar oficial, dado que la cotización se mantiene -por ahora- encima de la previa al levantamiento del cepo. Aun así, la devaluación de 2% resulta menor a la inflación. De manera que, también en este caso, se repitió la situación que marcó la tónica del año, con precios subiendo a más velocidad que el dólar.

En el acumulado del año -asumiendo que el IPC de abril figure en torno al 3%- los precios habrán aumentado un 11,8% frente a un dólar que se movió un 7%. Implica, en cuatro meses, una inflación en dólares de 4,5%. Al dólar paralelo, en cambio, el precio en dólares volvió al nivel de inicio de año, luego de haber fluctuado con un pico de 15% a inicios de abril.

Los precios que se vienen

Pero esos números hablan del pasado. Ahora lo que quiere saber el mercado es si el encarecimiento en dólares puede agravarse como consecuencia del levantamiento del cepo y, en consecuencia, se harán más patentes los problemas de competitividad de la economía.

Por lo pronto, ya se habla en el mercado sobre una aceleración en los pedidos de mercadería china -lo cual no deja de ser extraño, porque antes del levantamiento del cepo se presumía que vendría un freno a las importaciones-.

Es un momento particularmente difícil para las proyecciones, dada la incertidumbre que despierta el nuevo esquema cambiario. En principio, la expectativa de los economistas es que la exportación agrícola, sumada a la consecución de un nuevo préstamo «repo» más el ingreso de inversiones externas, mantendrían al tipo de cambio recostado sobre el piso de la banda. Es decir, hay margen para que la cotización nominal siga cayendo.

Y en cuanto a los precios, si se considera el pronóstico de la encuesta REM -realizada antes del levantamiento del cepo- entre abril y junio se acumulará una inflación de 6,4%. Claro que esos números fueron inmediatamente revisados al alza por las consultoras: con la reacción inicial del dólar -y el temor del «efecto contagio»- muchos pronosticaron que el IPC se ubicaría todos los meses encima del 3%. Son cifras que, tras la marcha atrás de los aumentos, nuevamente están siendo revisadas, pero a la baja.

En todo caso, lo que todos están previendo es que el proceso de encarecimiento en dólares se podría acelerar. Cuando regía el crawling peg del 1%, la inflación en dólares se mantenía en torno de 1,5% mensual. Ahora, de cumplirse el pronóstico del gobierno sobre el «ancla monetaria» y la apreciación del peso, la inflación en dólares empezará a viajar a más del 2% mensual.

En otras palabras, las comparaciones respecto de cuánto cuesta tomarse un cortado en Buenos Aires en comparación con Madrid, Río de Janeiro o Nueva York estarán a la orden del día.

Para el gobierno de Milei, la opción política fue clara: prefiere que vuelvan las críticas sobre el atraso cambiario antes que afrontar los meses de la campaña electoral con volatilidad cambiaria.

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