SAN CARLOS DE BARILOCHE.- La monensina es un antibiótico de amplio espectro ampliamente utilizado en el sector ganadero para el engorde del ganado vacuno. Sin embargo, se trata de un tema especialmente sensible, ya que la dosis letal está muy cerca de la terapéutica. Eso motivó un desarrollo científico del que participaron expertos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y que permitirá prevenir la mortalidad de las vacas y mejorar significativamente la performance productiva.
Tal como explican los responsables del estudio, la monensina es un antibiótico que se les suministra principalmente a las vacas por varias razones: evita, por ejemplo, que sufran acidez (algo muy común por el tipo de alimentación que se les da basada en granos), previene el empaste cuando pastorean alfalfa y las lleva a su máximo potencial para producir tanto leche como carne.
Para suministrarlo, el antibiótico es adicionado al alimento balanceado. Y si bien es uno de los aditivos más utilizados a nivel mundial, su uso conlleva un peligro: un pequeño error de cálculo puede derivar en la muerte de cientos de animales y en pérdidas económicas millonarias para el sector agropecuario.
“Lo que nosotros hacemos es un poco detectivesco. Buscamos que la dosis de monensina sea la correcta. Que haya ausencia cuando sea necesario y que no haya sobredosificación en las muestras de alimento balanceado que nos llegan, para que no se muera ningún animal”, afirma Lorena Rossini, científica del Conicet en el Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (Intec).
A fines de 2024, Rossini recibió una consulta de Leandro Mohamad, responsable en Argentina de Rock River, un laboratorio de análisis agropecuarios que forma parte de una red global de laboratorios con sede en Estados Unidos.
Mohamad le explicó que había una demanda desatendida en su rubro: cuando recibía muestras de alimento balanceado para supervisar el grado de monensina, las derivaba al único laboratorio de análisis clínicos que hacía ese estudio en la Argentina. Los resultados tardaban al menos un mes. Como Rossini integra la Carrera del Personal de Apoyo (CPA) del Conicet y está especializada en cromatografía, Mohamad quiso saber si se podían lograr resultados fiables en un tiempo menor.
La cromatografía es una técnica que permite separar los componentes de una muestra e identificar si se encuentran en alta, baja o nula concentración. “Usar un cromatógrafo es todo un arte. En este caso, usamos un cromatógrafo que se llama HLPC (por su nombre en inglés, High Performance Liquid Chromatography). Para el análisis de las muestras sólidas de alimentos era necesario extraer el activo con un líquido que sea compatible con el sistema de cromatografía. Eso lo logramos gracias a todo un tratamiento previo de la muestra. Con una extracción con solvente, seguido de una centrifugación y filtración, la muestra se inyectó al cromatógrafo. Pudimos separar, identificar y cuantificar la monensina en 15 minutos”, subrayó Rossini. El Intec cuenta con varios equipos de cromatografía en su sede y, desde hace años, los usa para caracterizar muestras relacionadas con cuestiones de medioambiente, agua, plaguicidas y otros usos.
Actualmente, la técnica vinculada con la monensina está puesta a punto y el Intec brinda el Servicio Tecnológico de Alta Complejidad (STAN), con resultados confiables del nivel de monensina de una muestra por comparación con estándares, en un lapso de entre uno y tres días.
“Gracias a la colaboración con el Intec logramos cubrir una demanda que no estaba cubierta en tiempo y forma en la Argentina y tener un servicio que es muy bueno, y que si es urgente permite tener el resultado hasta en un solo día. Hace algunas semanas atrás, por ejemplo, nos remitieron las muestras de dos caballos de carrera que habían fallecido en Misiones, por presunta contaminación en el alimento. A través de esta técnica, pudimos determinar que no fue el alimento lo que los mató. Se pueden esclarecer incluso casos así”, contó Mohamad, al tiempo que destacó que los expertos del Intec hayan dado respuesta a “lo que necesita el productor agropecuario y la industria”.
En tanto, Rossini destacó: “Pudimos resolver esta necesidad que ellos tenían y darle seguridad a la industria. La dinámica se dio superbien y fue enriquecedora para todos, científicos y empresarios. Todas las semanas estamos recibiendo al menos tres muestras de plantas de alimento balanceado. A partir de los resultados exitosos, hasta nos contactó una empresa privada que quiere hacer ensayos de estabilidad a largo plazo de una droga antibiótica llamada salinomicina, para utilizarla en formulados veterinarios. Es decir, tenemos trabajo por delante por al menos dos años. Todo esto me reconforta como científica, porque siento que estoy ayudando y cumpliendo un rol útil para una industria muy importante”.