En la política y fuera de ella, son muchos los que se sienten atribuidos de andar por la vida con el peronómetro. Como pocas veces se recuerde, al menos en la vida democrática del país, la disrupción de Javier Milei descolocó por completo al justicialismo. A tal punto que casi ningún referente del PJ con poder territorial se anima a confrontar directamente con Milei, quizás para evitar la iracunda reacción presidencial.
Así, nadie parece poder ni querer ordenar al peronismo. El presidente formal del partido apenas culminó esta semana su autoexilio en Madrid y su homónimo bonaerense, mudo como las jirafas. Alberto Fernández había anticipado que se tomaría licencia de la jefatura del partido ni bien retorne al país, pero a pesar que arribó el viernes a Buenos Aires aún no se sabe cuándo concretará su paso al costado en la jefatura partidaria nacional.
Máximo Kirchner también parece exiliado, pero sin moverse de Buenos Aires. Recién el sábado, y por primera vez desde que el proyecto de Sergio Massa perdiera las elecciones, aceptó reunir al PJ bonaerense en Cañuelas.
«Maxi está, como decirlo, aún superando el golpe. No quiero decir derrotado, pero sí agotado. La caída de Martín (Insaurralde) se lo llevó puesto. El sabe y nosotros también que ya no puede conducir. Igual, no habrá grandes cambios por el momento, nadie va a salir a confrontar, al menos frontalmente. Si Milei se la pega con el iceberg, es decir, si esa famosa V de la economía no pega la vuelta, nos van a empezar a ver en los medios», le dijo a Clarín un jefe del Conurbano que estuvo en Cañuelas.
Máximo Kirchner se reunió el sábado con varios referentes del PJ. «Está muy golpeado», lo describieron. El sábado no estuvieron ni Axel Kicillof ni Sergio Massa. Quedaron en invitarlos, en forma separada, en futuras reuniones. El lunes, casi de sopetón, un grupo de jefes comunales del GBA lo fue a ver al Gobernador a La Plata.
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El referente de La Cámpora se refirió a las medidas y respuestas en redes del Presidente.
Kicillof quería saber de primera mano si iba a contar con el apoyo de los caciques del Conurbano en su pelea con Milei por la eliminación del Fondo de Fortalecimiento Fiscal. Se trata de $ 850.000 millones que Cristina le ordenó a Alberto Fernández manotearle a Horacio Rodríguez Larreta en 2020.
El PJ se replegó y perdió la calle. Lo mismo que el Movimiento Evita, Grabois y buena parte del resto de las organizaciones sociales de izquierda. La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, aprovechó su momento, impuso el protocolo y el tráfico anda suelto, en un contexto de crisis que en otros tiempos desencadenaría un caos callejero. Por su parte, Milei parece venir festejando victorias en el discurso retórico, con agresiones, insultos y desubicaciones que lejos de espantar parecen entretener a sus adherentes.
Pero la retórica de Milei o el protocolo de Bullrich no son el único problema en el pantano de problemas que tiene el peronismo. No es la falta de brújula lo que desconcierta a los militantes y referentes con poder territorial como Gobernadores e intendentes, si no quién indica para qué punto cardinal encarar como oposición a la avanzada libertaria.
«A mi no me van a venir a correr Máximo (Kirchner) ni Wado (de Pedro), que nunca supieron lo que es laburar«, dispara el ex presidente del PJ bonarense e intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray.
Remanido pero no por eso menos cierto: el poder en el peronismo lo ostenta el que más votos tiene. O, por oposición, el más daño interno puede causar. Hace varias elecciones que Cristina no tenía ni tiene votos para ganar. Pero sí para lastimar candidaturas provinciales, pero sobre todo, de los municipios del Conurbano.
«Massa no tiene nada que ver con lo que yo pienso y propongo. No es la manera de armar. Creo que esa forma de construir nos llevó a un fracaso de tal nivel que fue la única manera de que un Milei pueda convertirse en Presidente», señaló Julio Zamora, un jefe comunal peronista que ganó ampliamente sus elecciones en medio de una guerra desatada con el ex todopoderoso ministro de economía.