Un hombre flota abrazado a su hija en una pileta y canta. Quiere quedarse a vivir en ese instante, ser eterno. Y lo será gracias a los ojos de la documentalista involuntaria Claudia Villafañe, que registrará en filmaciones caseras un mundo privado de primeros balbuceos, primeros pasos, primeros «papá». Aunque la infancia de la niña se termine y el padre muera, la cámara hará el milagro de congelar el tiempo.
Sobre congelar el tiempo habla La hija de Dios (HBO Max), la serie documental de tres capítulos que revive al Diego Maradona padre de Dalma. Plagada de fotogramas hipervistos de una biografía ultra visitada, el gran acierto pasa por ese arcón fílmico doméstico que se abre al público, esas cintas de VHS que jamás se habían filtrado ante la prensa.
En medio de la ecografía de su primogénita, Claudia invita a un museo de la felicidad. Dalma aparece ya desde el útero materno nadando a fines de 1986, en pleno summum de Diego campeón. «Yo también fui un poco el festejo del Mundial», deduce la protagonista.
No son los ojos de Giannina, ni de otros hijos de El Diez. Este es el recorte personalísimo de quien nació el 2 de abril de 1987, entre peluches desmesurados enviados por Carlos Bilardo y Julio Grondona, cuando «Maradona era más famoso que Cristo».
La prehistoria del nacimiento es uno de los grandes tramos del relato dirigido por Lorena Muñoz. La celestina Esther reconstruye ese «hilo rojo» comenzado en Argerich 2750 -a 15 cuadras de la cancha de Argentinos-. Cómo el chico mudado desde Fiorito queda flechado por la chica de la casa del fondo y las estrategias de ayuda de la vecina Esther para que el acercamiento llegue a buen puerto a pesar del prejuicio de Claudia («Diego tiene muchos granitos»).
La mirada personalísima de Dalma como hija.Diego revive en escenas de playa, en navidades, en trenes, en comedores, en situaciones de entrecasa donde no hay paparazzi y sí una familia como la de cualquier otro mortal. Los maradoneanos agradecerán el material que uno creía agotado y los que no lo son podrán identificarse en algunos tramos con el relato filial, el lugar de un hijo y cómo la orfandad resignifica, transforma puntos de vista y aniquila algo de la propia vida.
Para quien en 2012 vio la obra homónima de Erika Halvorsen o leyó el libro publicado hace una década (Hija de Dios, no es el Diego, es mi papá) la gran diferencia del relato pasa por el camino del duelo, la mirada sobre el padre ya teñida por la ausencia. Lejos de la recriminación, Dalma adulta reivindica a ese ser con sus luces y sus sombras.
Una visita a Fiorito por primera vez junto a su tío Lalo Maradona, un caballo que cruza la filmación como «señal del cielo»… el relato pasea al espectador entre las lágrimas y la risa, como cuando Lalo cita una ocurrencia discursiva de Diego en relación a esa habitación en la que dormían hacinados los ocho hijos de Doña Tota y Don Diego: «Soñábamos todos igual».
El afiche del estreno de HBO Max.La producción de Infinity Hill (Axel Kuschevatzky) y Nativa Contenidos no esquiva el costado más doloroso de esa paternidad, el de la adicción a las drogas («siento que hizo lo que pudo con su cruz», deduce Dalma) y muestra ese rol involuntario y natural que ella tomó a lo largo de tres décadas: el de quien se transforma en algún punto en «cuidadora», en la muralla que abraza para que ese hombre en la cornisa del palco no se caiga.
Jorge Burruchaga, Guillermo Coppola, Ángel Di María, Fernando Signorini, Sergio Goycochea, Carlos Tevez, los tifosi del Napoli y más personajes. Dalma pregunta en la Argentina y en Italia (a donde viajó especialmente) y las anécdotas hacen el resto. Así se hilvana el retrato sobre ese humano tan impredecible como complejo.
La hija de Dios (HBO Max)Uno de los puntos más altos se da con el regreso de esta hija a Paradiso di Soccavo, el lugar donde Napoli entrenaba y ella enganchaba margaritas en las medias del jugador. El centro de entrenamiento está abandonado, en ruinas, y alguien desmaleza y le permite entrar. Una metáfora de esos lugares donde fueron felices y el tiempo hizo su trabajo sombrío.
Aunque con varias referencias a la injusticia de su muerte, el documental no ahonda en los últimos meses de Diego. Hace zoom en ese padre de los primeros años. Después de todo, un recuerdo es un fragmento elegido, diseccionado, a veces erosionado por el reloj y recreado con total subjetividad. Y Dalma elige su foco y lo hace siempre desde la amorosidad. La sangre, como la pelota, no se manchan.
Ficha
Calificación: Buena
Serie documenta Dirección: Lorena Muñoz. Guion: Lorena Muñoz, Josefina Licitra y Sebastián Meschengeiser. Emisión: HBO Max. Tres episodios que rondan los 45 minutos.