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«Viva el campo carajo»: Milei reivindicó su rol ante la sociedad

Todos esperaban que el presidente Javier Milei terminara su discurso en la tradicional pista de la Rural de Palermo con la clásica muletilla: “¡Viva la libertad, carajo!” La sorpresa fue que, tras repetir dos veces su grito de guerra, levantó la voz y lanzó un estentóreo “¡viva el campo, carajo!”.

A nadie le sonó como un mimo ni como un acting demagógico, frente a una tribuna ruralista que ya sabía que no debía esperar anuncios conmovedores. No los hubo, pero la cadencia del discurso presidencial fue generando muestras de aprobación, por sus contundentes reflexiones y definiciones sobre ochenta años de políticas anti agrarias, a las que responsabilizó de la decadencia nacional.

Milei habló después que el titular de la Sociedad Rural Argentina, Nicolás Pino, le planteara con firmeza, pero también con delicadeza, todas las cuitas del sector. Reconoció primero los avances desde que asumió: avances en las desregulaciones, eliminación de severas restricciones comerciales, la eliminación de los derechos de exportación en algunos productos (los lácteos, por ejemplo). Y le recordó la respuesta del campo cada vez que hubo una mejora en la ecuación económica. También le recordó que en los últimos 22 años, desde que se reimplantaron los derechos de exportación, el agro sufrió una succión de 200.000 millones de dólares.

Pero al mismo tiempo, en lo que fue quizá el punto más alto y jugado de su discurso -pronunciado ante su propia y exigente tropa- le dijo mirándolo a los ojos que “en el campo sabemos tener paciencia”, lo que implícitamente evocaba las promesas de campaña: final de los derechos de exportación y dolarización.

Algunos esperaban un planteo para un final perentorio de las retenciones y la brecha cambiaria. Así, quedó la pelota picando para la respuesta del presidente. Milei evocó la visión de lo que ocurrió cuando el país se organizó, a mediados del siglo XIX, en torno a las ideas alberdianas de la libertad. Y repudió su abandono, resaltando que además del fracaso de otros modelos de desarrollo, se alimentó la construcción de un discurso torpemente anti agro en el seno de la sociedad.

Fuertes aplausos de una tribuna a la que le cuesta comprender por qué todo el mundo se apiña para ir a “la Rural”, quizá el mayor evento del año en la ciudad de Buenos Aires, porque en todos se vibra al campo y al productor como algo bueno, digno, necesario. Que genera alimentos y divisas que se revierten en la salud económica de toda la sociedad.

Lo que sienten los del campo es que ayer se reivindicó su rol en la sociedad. No son ya los oligarcas de loden austríaco, los avaros que no liquidan sus divisas para “especular”, lo que se regodean en las 4×4. Por eso no importó tanto que ayer no se anunciara la fecha concreta del final del cepo, ni el cronograma de reducción de las retenciones. La mayoría comprende que, a pesar de la mejora macroeconómica, todavía se marcha sobre un estrecho desfiladero, y da la impresión de que están seguros de que el gobierno de Milei mantiene su compromiso de campaña en ambas materias.

Ese es el valor del grito final: ¡Viva el campo, carajo!

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