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Elecciones en El Salvador: Bukele festeja de antemano su contundente triunfo

Arropado por cientos de seguidores, Nayib Bukele llegó al centro de votación instalado sobre la avenida Olímpica. Esbozó la sonrisa de quien canta su victoria antes de que se abran las urnas. Si algo sabían los 6,2 millones de ciudadanos en condiciones de sufragar (740.000 de ellos en el exterior) es que el resultado estaba escrito de antemano. Bukele, adalid de la mano dura, el brazo ejecutor de una política sin contemplaciones contra la delincuencia que ha llevado a la cárcel a 71.000 personas, cumplió con su trámite electoral y volvió a saludar a quienes lo vivían como un ganador nato de la contienda. Un presidente virtualmente reelecto.

Los observadores internacionales detectaron un «desarrollo relativamente normal» del proceso electoral. La ‘normalidad’ también estaba marcada por una aceptación general de los hechos. Las encuestas previas a los comicios le daban al mandatario una ventaja abrumadora respecto de los otros cinco partidos competidores. Manuel ‘Chino’ Flores, del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), inmediato seguidor de Bukele en los sondeos, aparecía a una distancia de hasta 75 puntos de diferencia.

Las elecciones estaban marcadas por el signo de la anomalía institucional. La ley en El Salvador no contempla un segundo mandato consecutivo. Pero Bukele logró que un tribunal constitucional avalara sus aspiraciones. En la noche del domingo, a los 42 años y después de haberse iniciado políticamente en la izquierda (el FMLN), inclinarse hacia el centro y saltar a la derecha, terminará por cincelar un modelo de país a imagen y semejanza suya.

Sueños de perpetuidad

La contundencia de su triunfo era tan esperada el mismo domingo que el jefe de la bancada de Nuevas Ideas, el diputado Christian Guevara, predijo el fin de los partidos opositores en la legislatura. Félix Ulloa, actual vicepresidente y compañero de fórmula de Bukele, fue mucho más audaz frente a las cámaras de Univisión. Habló sobre una nueva reelección presidencial en cuatro años, a contra mano de la legalidad institucional. «En política no hay nada escrito en piedra, todo es posible«.

‘El diario de Hoy’ advirtió sobre las ensoñaciones «dictatoriales» del bukelismo. La señal de alarma, dijo, la encendió el propio Ulloa en declaraciones a ‘The New York Times’. «A la gente que dicen que estamos desmantelando la democracia, les contesto: Sí, pero no la estamos desmantelando, la estamos eliminando, la estamos sustituyendo con algo nuevo».

Katya Salazar, directora ejecutiva de la Fundación para el Debido Proceso (DPLF), quien llegó al país en calidad de observadora de los comicios no pasó por alto esas opiniones. «Tengo que advertirles (al pueblo salvadoreño) que no hay ninguna experiencia en el mundo donde un Gobierno que tiene todos los poderes ha resultado exitoso. Es un peligro que haya un partido único«.

La seguridad como carta ganadora

Según los observadores, durante la jornada electoral se registró una fuerte presencia militar en las calles y centros de votación. El Salvador está, de hecho, militarizada. Bukele pasó de pactar con las bandas de delincuentes a una guerra total, el 27 de marzo de 2022, y después de 72 horas que dejaron 87 muertos. La tasa de homicidios, que se situaba en 106,3 casos letales cada 100.000 habitantes en 2015, cayó hasta llegar en 2023 a 2,4. La lucha contra las bandas llevó a la cárcel hasta niños. El pequeño país centroamericano tiene un 42,7% de pobres y al 1,7 de su población encerrada en prisiones. Los organismos defensores de derechos humanos han presentado miles de denuncias por detenciones arbitrarias, torturas y otros delitos cometidos por fuerzas estatales. Bukele no se conmueve por esas denuncias. 

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