Son muchos los argentinos que se encuentran frente a la misma disyuntiva: quedarse en un país que parece no dar oportunidades o apostar todo y empezar de cero en otro lugar. Tomar esta decisión cuesta mucho, sobre todo cuando pesan los afectos y el sentido de pertenencia.
Sin embargo, existen casos en los que vale la pena arriesgarse para buscar estabilidad económica y una vida más tranquila. Así les sucedió a Micaela Albertazzi (49) y Fernando Guaita (50), quienes decidieron mudarse a España después de perder las esperanzas en la Argentina. “Uno pone en la balanza qué calidad de vida quiere. Te estás jugando los últimos años”, confiesa Micaela desde Valencia, mientras espera reencontrarse con su familia. Su marido y su hijo se sumarán en febrero.
No es la primera vez que sienten que el país les da todos los motivos para irse, y sus ganas de emigrar para vivir sin tantas preocupaciones estaban hacía tiempo. “Amo la Argentina pero no la entiendo. Me voy porque siento un hartazgo general y tengo ganas de vivir mejor. Me duele y me da bronca dejar mi lugar, pero lo hago por el bien de mi cabeza y mi familia”, explica Fernando.
“Uno se limita para todo, hasta para hacer las compras. Nosotros éramos una familia de clase media, pero de repente empezamos a elegir si comprábamos medio litro de aceite de oliva o yerba”, narra Micaela.
Y no solo comenzaron a experimentar los problemas diarios de un argentino que pertenece a una clase media cada vez menor, sino que también se vieron sumamente preocupados por los medicamentos.
La pareja dice que tuvo que empezar a privarse y elegir qué comprar y qué no, además de estar preocupada por la inseguridad. “Los dos somos hipertensos y tomamos una pastilla todos los días. Había meses en los que nos gastábamos seis mil pesos en cada caja. Y a veces no se podía. No podíamos tomar nuestra medicación”, cuenta indignada. “Él tiene glaucoma y tenía que colocarse una gota costosa en los ojos todos los días, y ahora hacía como dos meses que ya no la usaba, pero no puede estar sin eso, lo necesita”, agrega.
Hartazgo e impotencia es lo que se percibe mientras dialogan con Clarín. Mucha desesperanza y resignación, en la víspera del proceso electoral de este domingo. Los resultados ya no importan: pase lo que pase, su decisión está tomada. “Yo ya no creo en los políticos y lo lamento en el alma”, confiesa ella.
Micaela viajó en junio a la ciudad española con la idea de buscar trabajo y establecerse. “Si todo sale bien, te venís”, le dijo a su marido, dueño de una distribuidora de frutas y verduras en Villa Gesell, localidad en la que vivían.
Afortunadamente, sus planes salieron de acuerdo a lo esperado. “A los 15 días conseguí trabajo en la cocina de un restaurante que acababa de abrir, alquilé un piso en el que estoy viviendo con mi hijo Guillermo y pude comprarme un auto usado para ir a trabajar”, dice Albertazzi mientras cuenta los días para volver a ver a su marido y su hijo Julián (23), que viajarán en febrero para instalarse en Valencia y poder vivir los cuatro juntos.
“Acá tengo estabilidad económica y vivo tranquila. Algo que Argentina nunca me dio”, dice muy segura pero, a la vez, dolida. “Es la segunda vez que di el paso. Ya había vivido en España hace muchos años pero volví en 2015 cuando cambió el gobierno. Pensé que todo iba a mejorar. Tenía esa esperanza”, narra quien regresó tras años de desencanto con su país natal.
Diferencias entre un país y otro
“Cuando volví a la Argentina, me sorprendí mucho. No es normal que la gente tenga que sacar la comida de todos los días en cuotas porque no le alcanza”, indica. Y se pregunta: “¿Por qué acá la pastilla que necesito me sale 25 céntimos de euro, y por qué si la comida aumenta un poco, no es algo que me quite el sueño como allá?”.
Para los argentinos, hacer un estudio previo y comparar precios antes de ir al supermercado se volvió parte de la rutina. Ya no existen los “lujos” y las compras son cada vez más limitadas. Con suerte, algunos pueden sustituir marcas, pero, los que no, optan por dejar de consumir alimentos básicos. “Acá estoy pudiendo llenar la heladera para mi hijo y para mí. En mi país, tenía que elegir qué compraba”, añade sorprendida. En el mismo sentido, explica que comprar ropa no le resulta algo impensado como antes.
Fernando y su hijo Julián, que trabaja en una estación de servicio en Villa Gesell, comienzan a prepararse para mudarse al otro país. La incertidumbre y el miedo al desarraigo están muy presentes. No obstante, saben que llegarán a un lugar en el que podrán dejar de hacer malabares para pagar cuentas y vivir seguros.
“En Valencia voy a un cajero a las doce de la noche y no tengo miedo. Salgo de trabajar los fines de semana del restaurante a la una de la madrugada y no pasa nada. Incluso tengo un vecino que a las seis de la tarde, sale a la vereda con la computadora para trabajar y tampoco pasa nada”, detalla.
Sin querer, y como toda persona que acaba de instalarse en otro lado, compara ambas vidas todo el tiempo: lo que no hacía en Argentina, y lo que puede hacer ahora en España. “Me la paso trabajando pero me rinde. Y puedo ir a trabajar en mi auto tranquila. Con mi marido nos levantábamos a las tres y media de la mañana para ir al mercado de Mar del Plata a comprar frutas y verduras, y siempre estaba ese miedo de que te maten para robarte la camioneta”, relata Micaela.
La plata no rinde y lo tienen claro. “Me sacan dinero de todos lados. De todo lo que trabajo desde las cinco de la mañana, como un animal, tengo que pagar 450 mil pesos por mes. Es más lo que pago que lo que me queda de ganancia. Y encima me dan 500 pesos por un cajón de lechuga pero después veo el kilo en las góndolas a $1800. No me rinde en absoluto”.
“No es justo que la AFIP te ahogue con lo que tenés que pagar, cuando trabajás todo el día y no te alcanza. Uno intenta progresar y no lo dejan. Y la plata no vale nada”, confiesa su esposa, invadida por la bronca.
“Argentina necesita un cambio urgente y necesita orden en todo sentido. Tiene que mejorar la seguridad, la economía, la salud; el trabajo, porque tenés los sindicatos que no te dejan trabajar tranquilo”, desarrolla Guaita. “Esto no es vida. No es normal y uno se estresa todos los días”, coinciden ambos.
Aunque las expectativas de que el país mejore son prácticamente nulas, ninguno descarta la idea de regresar dentro de mucho tiempo: si y solo si las cosas cambian.
PS